Mi novio Fernando y yo estamos juntos desde hace dos años en una relación abierta. Él siempre ha sido mi sumiso y yo siempre he sido su amo. Siempre he sido él que da las órdenes, él que le dice para abrirle el culito, él que lo humilla siempre. Hasta que me encontré con un blog llamado Peruvian Master. Algo que había olvidado en mí nació de nuevo, mi verdadera identidad, mi verdad, yo no soy un amo, soy un putito, una perrita y sobretodo una esclavo. Y lo soy desde los 12 años. El blog invitaba a mandar un mensaje a cualquier putito que desee experimentar. Con miedo, y mucha vergüenza, mandé el mensaje.
Pasaron las horas y temblando veo que el amo ya mandó un mensaje. Cumplí con nerviosismo sus órdenes…aunque realmente no quería obedecerlo. Me dio las órdenes y me sentí un poco rebelde. Tenía a la mano una bolsa de papel y me dije “y porque una bolsa de papel, que se joda”. Entonces
agarré un polo negro y me lo puse. También hice un cartelito, y puse Peruvian Master, no como para aumentar un poco más mi obediencia, sino porque me daría risa que si mi amo publicara esas fotos en su blog la gente pensara que era él la persona de la foto, expuesto y humillado. Yo pienso que fue mi orgullo de amo, el que dirigió esa desobediencia. Mandé las fotos. Esperando su respuesta, riéndome un poco en mi interior. Para mi sorpresa, mi amo se dio al toque cuenta de mi desobediencia, y no le gustó nada. Me mandó a rasurarme. Esa fue la peor parte, porque para mi novio eso me hacía más hombre y más amo, si me afeitaba, él me iba a ver y se daría cuenta que soy un putito igual que él. Además, era mi orgullo de hombre no afeitarme. Mi amo luego me hizo ver la realidad sobre mi pene, yo pensaba que era viril y que podría satisfacer a mi novio, pero el amo comenzó a insultar mi masculinidad, todo mi orgullo se cayó al piso.
Me sentí insultado, y hasta casi quise llorar un poco, porque sabía que era verdad. Soy un putito. Y no lo aceptaba hasta ahora. Entonces me afeite todo mi vello, lo que me hacía sentir más hombre. Me puse de rodillas, esta vez de verdad. Me puse la bolsa en la cabeza y acepte que lo que era. Gracias amo William por este cambio en mi vida.
No obstante aún tenía que cumplir el castigo que mi amo me dio por desobedecerlo, uno que de verdad me merezco.
Fernando bajó mis pantalones para chupármela, cuando puso sus manos en mis nalgas se dio cuenta que sentía algunas cuantas marcas y bultos. Intrigado vio mi trasero con las marcas de mi primer castigo con el amo William. Eran rasguños que servían como pruebas de mi realidad. Fernando se dio cuenta de todo en un segundo, pude ver su cara de decepción en un minuto. Le conté todo de ese día, de rodillas.
Ese día de enero, fui a la casa de mi amo. Antes de entrar a su casa me hizo quitarme el polo y el pantalón en la entrada de su casa. La gente me miraba, sentí vergüenza extrema. Mi amo me abrió la puerta y solo crucé la puerta en mi ropa interior. Entré y lo miré a los ojos, el me tiró una cachetada tan fuerte que casi hacía que se me salga la cara de estúpido que tengo, no debo mirarlo a los ojos, solo si me lo ordena. Mi amo me ordenó quitarme todo, luego de observar mi cuerpo comenzó a insultarlo de todas las maneras, me hizo dar vuelta y a observar todos mis fallos físicos, me hacía repetir los insultos, me sentía cada vez menos, aun así sentía que quería ponerme rebelde contra él… Puso sus manos en mis hombros y de una sola me tiro al piso. Él tenía algunas cosas por
hacer, así que me dejó solamente sosteniendo sus bebidas. Yo creía que apenas llegaría él me iba a castigar, pero me di cuenta que yo no tendría por qué ser su centro de atención, simplemente era un esclavo, no tengo valor y no me merezco su respeto. Me cacheteó y llegó el momento de mi castigo.
Había elegido 30 nalgadas para mi primer castigo, a mi amo le había decepcionado el bajo número de nalgadas que había elegido. En mi mente desearía haber dejado la decisión del número a mi amo, pero como soy un cobarde, me dio miedo y dije el número que menos me daría dolor. Agradezco lo responsable que mi amo William es porque me dio inclusive a elegir los instrumentos para mi castigo. Elegí 10 con su raqueta de ping pong, 10 con su regla, 5 con su correa y 5 con una caña. Mi amo comenzó con la raqueta, me puso en sus rodillas. Con los raquetazos, dados en 5 minutos, me retorcía cada vez, pero no podía hacer un ruido, si lo hacía mi amo iba a aumentar cada vez el número de los golpes. Mi amo me agarro de las bolas para no moverme, me las jaló bien jaladas y de una me puse quieto como un niñito, me sentía humillado, un verdadero amo me estaba controlando de las bolas. Mi amo me cambiaba de posición cada vez. Cada una más humillante que la otra, yo me mordía la lengua por no hacer ningún ruido, me sentía devastado.
Logré no hacer ruido con la raqueta y la regla, pero cuando llegó la correa y la caña, fue mi fin. Grite ante el primer correazo y mi amo molesto por desobedecerlo, me tiro un correazo adicional aún más fuerte, volví a gritar y me tiró otro. “Sigue gritando puta de mierda, ya vas a ver, cada vez que grites
te daré una extra” Grité y una vez más no pude controlar el dolor, volví a gemir y gritar, me dio 3 correazos seguidos. Harto del dolor me mordí la lengua, con las lágrimas que se me salían. Me acordaba de todo en ese momento, de toda mi dignidad arrebatada. Cada vez aprendía más que ese dolor me lo merecía.
Me faltaban 4 de los correazos pactados, pero mi amo me había dado ya más de 10 correazos más por mi desobediencia. El ciclo siguió hasta que ya mi amo me había dado 21 correazos. Mis nalgadas estaban temblando patéticamente, mi amo se reía, yo lloraba, pero mi pene seguía botando presemen aun así. Llegó la caña, al que tenía más miedo. Mi amo se hartó de que yo lo desobedezca y me advirtió: “Escucha estúpido miserable, desde ahora si gritas o gimes o haces cualquier ruido durante estas 5 últimos golpes de tu castigo, te daré un cañazo más en las plantas de tus patas de animal, me entendiste”. Me dio el primer azote, no soporté el dolor y gemí, no lo pude evitar, mi amo me hizo tirarme en el piso y levantar mis pies los cuales patéticamente temblaban de miedo. Asi fueron 3 azotes en mis pies, aprendí que debía soportar más, entender que mi amo me estaba dando ese castigo para formarme más como un hombre como él lo era. En el último azote con la caña, se me escapó un pequeño gemido, es que ya no resistía, ya no sabía si me gustaba, me sentía mal, me sentía inferior, me sentía una escoria, me sienta una porquería, y ahí no estaba llorando por dolor, estaba llorando de verdad. Mi amo se dio cuenta de esto y de me jalo de mis bolas hacia una posición específica, yo seguía llorando por la pérdida de todo mi orgullo. “Sabes, todo los esclavos pasan por ello, les cuesta, están en una fase de negación, yo sé que te costó obedecerme, aún crees que eres un hombre o que vales algo, pero la realidad es que no es así, la realidad es que eres inferior a mí, eres incluso inferior a tu novio putito. Pero eso lo irás interiorizando poco a poco. Lo que te haré ahora es terminar de darte ese golpe de realidad que te falta.” Mi amo me hizo ponerme con la cabeza en el piso y el culo levantado. Agarró una silla, la puso de tal manera que mis pies estén debajo de la silla y mi culo casi choque con ella. Amarro mis bolas a la silla y así quedaron levantadas. Procedió a decirme: Ahora te tocan 5 en tus bolas inútiles. Yo lo miré. Cerré mis ojos y acepte el dolor. Acepte mi posición. Me vi a mi mismo de niño mirándome en esa posición. Imaginé que mi amo le entregaba la caña a esa versión de mi a la que debí dejar orgulloso. Fueron 5 golpes en mis bolas que cambiaron mi vida para siempre.
Al final del relato. Fernando me dejó. Para siempre.