Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.
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Mi vida ecuestre
Capítulo 19
Los rayos del sol comenzaban a iluminar el extenso terreno del rancho Pierce, los sembradíos irradiaban su verdor, los pastizales húmedos por el rocío, la región donde estaba ubicado era de un clima templado todo el año, aunque sí había temporada invernal, eran muy pocos días y la temperatura usualmente no bajaba mucho. Si acaso alguna noche se tornaba un poco fría bastaba con pegarme un poco más a Tango y el compartía algo de su calor conmigo. El hombre no podía quitar sus manos de mí, y el caso es que yo lo disfrutaba también, el trato de él hacia mi era considerado, a pesar de tenerme sometido de alguna manera, digo porque aunque me dió la opción de estar con él o no, el estar disponible para cualquiera de los demás 48 percherones no era nada atractiva.
El único inconveniente, si así le pudiera decir, de estar siempre pegado a Tango, era que el hombre siempre se ponía duro con un solo roce mío. Muchas mañanas entre sueños, nuestros cuerpos desnudos reaccionaban a la caricia de nuestra piel una contra la otra, yo le daba la espalda y el me abrazaba, su verga gruesa crecía y se acomodaba entre mis piernas o a lo largo de mi raja, "¿Como puedes estar siempre duro?", le reprochaba entre bromas, y su respuesta siempre era la misma, "Por la misma razón que tú también lo estás", Tango bajaba su mano de mi abdomen acariciando mi pubis para agarrar mi duro tronco. Entonces el joven percheron acomodaba su verga en mi entraba que con el tiempo se habituó a su grosor dejándolo pasar como un viejo conocido.
Mis gemidos se mezclaban con el cantar de los pájaros que madrugando volaban buscando su desayuno, mientras yo gozaba del grueso trozo de carne, Tango me sostenía con fuerza, ya fuera estando de lado o apoyado en mis codos, él siempre procuraba acariciar mi cuerpo haciéndome saber lo mucho que lo disfrutaba. Las noches eran de sexo, me atrevo a decir que en todos los establos, los hombres descargando su ultimo ápice de fuerza que les quedaba después de su jornada dura descargándose en algún compañero, éramos pocos los que "decidimos" someternos, o entregarnos a una relación… todavía sonrió al mencionar esa palabra, que aunque en ese momento nunca lo vi de esa manera, era lo que teníamos, una relación. Tango se movía rítmicamente sobre mi, yo alzaba mi culo sostenido con mis rodillas y apoyado en mis codos, sus gruesas manos se aferraban a mi torso, su mano en mi abdomen, la otra en mi pecho, rozando con sus ásperos dedos mis pezones, aprendí lo mucho que disfrutaba ese jugueteo, tanto que tan solo de pellizcarlos lograba llevarme al clímax, no había reparo en demostrarnos lo mucho que disfrutamos, ni siquiera nuestros compañeros que dormían justo a un lado, simplemente despertaban con sus vergas duras solo de escuchar como nos entregabamos, Tango apretaba mi cuello mientras me corría, sosteniendo después mi barbilla para girarme hacia él y besarme. "Que rico culo tienes…", susurraba en mi oído, "Amo cogerte por la mañana… todavía con la leche que te deje la noche anterior…", Tango no podía dormir sin antes follar, recostados en el heno me encargaba de mamarle el rabo preparándolo para que resbalara dentro de mí.
Ser percherón no era difícil, pero si pesado, nos encargabamos de las cosechas, mover grandes vagones después de cargarlos con las diferentes cosechas que se sembraban en el Rancho, al igual que transportar las pacas de heno a las diferentes áreas, siendo Percherón aprendí un poco más de qué tan extenso era el terreno propiedad del señor Pierce. Pero también había ventajas, se nos permitían descansos a lo largo de la jornada, ya fuera para cambio de actividad, colocando diferentes arneses para diferente trabajo o simplemente para tomar agua. Lo que más disfrutaba eran los descansos a un lado del estanque, se nos permitía sentarnos a la orilla de un estanque y hacer lo que se nos ocurriera, muchas veces solo me tiraba en el pasto, en ocasiones metía los pies al agua y una que otra vez me puse a jugar chapoteando con mis compañeros.
La comida no era muy distinta a la que ya había probado, tazones grandes del engrudo insípido solo que éste tenía una diferente textura, al principio fue difícil tragarlo, tenía una consistencia grasosa que incluso dejaba una sensación extraña en mi paladar, Tango me dijo que era porque a nosotros nos daban porciones con más proteína y grasa para tener más músculo. Y lo comprobé, al poco tiempo mi cuerpo no solo se fue fibrando, tambien mi cuerpo ganó masa, mi pecho se ensanchó, mis bíceps eran gruesos al igual que mis muslos y sobre todo mis glúteos, que si ya eran definidos se pusieron como dos globos duros, el que más disfrutó eso fue Tango que tan pronto se percató de su crecimiento hundió su cara entre ellos para comerme el culo mientras magreaba mis nalgas. Gozaba del sonido que hacían mis nalgas con el golpeteo de su cuerpo, embestía con más fuerza para escuchar el eco retumbar de nuestra piel chocando, yo gemía fuerte cada que ensartaba su falo grande y grueso, pero no me quejaba, al contrario, disfrutaba su virilidad, su dominio sobre mi, muchas veces mientras estaba en cuatro yo comenzaba a tocarme, martubandome para disfrutar no sólo del estímulo en mi próstata sino también en mi verga, Tango me ordenaba no tocarme, o simplemente me agarraba por los brazos y me jalaba hacia él, "Disfruta mi verga…", lo escuchaba decir en mi oído entre jadeos, "Te debe de bastar con eso…", sus manos gruesas acariciaban mi pecho sosteniéndome contra él mientras me follaba de rodillas, quizás era el morbo de decirme eso, de hacerme saber que yo únicamente tenía que gozar de ser penetrado o quizás el estímulo de sus dedos en mis pezones pero muchas veces me hizo venirme sin siquiera tocarme.
Pero no todo era sexo, pasábamos horas platicando, imaginando como sería nuestra vida fuera de ahí, curiosamente imaginábamos una vida siendo libres pero todavía bajo el estilo ecuestre. "Ya me imagino lo bien que nos verá la gente yendo al supermercado vistiendo solo arneses…", le dije.
"O dejando a los niños en la escuela mientras jalas una carreta, ¿Que dirá la sociedad de padres sobre eso?", Tango rió.
Yo también lo hice, Tango solo bromeaba con la fantasía, pero fue a mí el recuerdo de que yo ya tenía hijos, habían pasado muchas noches en las que los recordaba y Tango estuvo ahí para abrazarme, pero ya había pasado mucho tiempo, tanto que el recuerdo estaba quedando atrás, repasé muchas veces en mi cabeza lo que me dijeron, ellos no son míos.
Los detalles de Tango iban más allá de solo darme orgasmos diarios y charlas amenas, en ocasiones y bajo sus posibilidades tenía detalles que me sorprendían. Como no todos los días trabajamos juntos, el joven Percherón me hacía saber que pensaba en mi todo el tiempo, y no me refiero a las folladas matutinas en las que terminaba diciéndome que era para que lo recordaba sintiendo el vacío en mi culo, que así era, pero también otras acciones como la ocasión que llegó al estanque durante un descanso y me arrojó una esfera entre las piernas, me levanté agarrando la pequeña pero jugosa naranja. "¡Como se te ocurre Tango!", lo miré consternado, "Sabes que te pueden castigar por esto, no puedes robar, te ganaras unos fuertes azotes…", y era verdad, no teníamos permitido tomar nada de las cosechas, había visto a los cuidadores aplicar los peores castigos a percherones que eran sorprendidos haciéndolo.
"Nadie me vio, y esa naranja es muy pequeña, no hubiera pasado el control de calidad, iba a ser desechada", en una ocasión un capataz metió una macana a la boca de un compañero para hacerlo vomitar el durazno que había recogido del suelo, el durazno había caído solo del árbol, estaba golpeado y estaba por echarse a perder, incluso así el percherón recibió un castigo, "Si no la quieres damela y la tiro".
"¡Por supuesto que no! ¿Sabes cuanto tiempo tengo de no probar una naranja?", le sonreí y empecé a pelarla con cuidado, terminamos compartiéndola, al final nos dimos un beso con sabor a zumo dulce.
"No hay nada que no haría por ti", me dijo. Nos quedamos sentados el resto del descanso, mi cabeza en su hombro.
Por primera vez en mis años de pony sentía que tenía verdadero cariño recíproco. Y se sentía genial. Despertar en los brazos de Tango y sentir su apretón al darse cuenta el también que abría los ojos para tener un día más conmigo, trabajar junto a él todo el día, esforzándonos escurriendo sudor para después compartir la ducha y terminar el día con él dentro de mí. Nuestra vida se volvió tan estable y apartada del resto del rancho que no veía a nadie fuera del establo de percherones. No supe de Jorge, ni del señor Pierce, tampoco llegué a ver a Edward y menos a Luis, que era de quien quizás me hubiera gustado saber como estaba.
Abrí los ojos un día más, el brazo de Tango estaba debajo de mi, restregué mi espalda contra él dándole los buenos días y él flexionó su brazo atrapando mi cuello, me tensé apretando su antebrazo con mía manos, amaba como me sometía de esa manera limitando mi respiración, Tango guió su verga a mi culo y todavía estaba dilatado por la cogida de la noche anterior, me sostuvo firme, sin permitirme que me moviera, el también disfrutaba hacerlo de esa manera, no me sentía usado, sentía placer, mucho placer, escuchaba su respiración agitada, me estremecía sintiendo su aliento en mi oreja, y escuchar sus gemidos intermitentes al descargarse una vez más en mí. Me giré de frente a él, recargué mi cara en su pecho, me sentía seguro, feliz. Lo miré por unos segundos, y lo besé, nuestros labios gentilmente tocandose, entonces me separé y había unas palabras que llevaba tiempo queriendole decir pero estaban atoradas en mi garganta, tuve el impulso por decirlas pero me interrumpieron.
"¡Champ…! ¿Quien de ustedes es Champ?", gritó un capataz desde la puerta, me levanté y caminé hacia la puerta, volteé a ver a Tango que estaba recargado en el heno con su antebrazo, lo admiré mientras avanzaba, su cuerpo musculoso, su cara seductora, y verga gorda reposando en su muslo, "Hoy estarás llevando heno a los establos de corceles, ¡Anda!", no era extraño que nos asignarán un trabajo individual de vez en cuando, lo fuera de lo común era que me habían buscado a mi en específico en lugar de agarrar al primer percherón que se curzara en su camino.
Me coloqué el arnés especial, ese que tiene unos ganchos en la espalda para cargar pacas de heno como si fueran mochilas, las fui llevando una a una a los establos de corceles, esparciendo la paja limpia sobre el piso de concreto. Todo transcurría con normalidad, cuando el capataz me pidió que llevara heno a un área de establos nuevos, creía que no habría nadie ahí, acababan de construirlos apenas unos días antes.
Llegué y abrí la puerta, estaba vacio, entraba muy poca luz, entonces de entre las sombras de un rincón alguien habló.
"Champ", me sobresalte por la sorpresa, "Tranquilo… soy yo", despacio avanzó hacia mí.
"¡Edward!"
"Si…", el hombre me miró amablemente, "Que gusto verte…", me dijo, "Te ves bien".
"...Gracias…", estaba extrañado, ¿que hacía ahí? ¿Había sido eso un plan para verme? No, no podía hacerme esto, no aceptaría nada de lo que él me fuera a proponer, ¿regresar a su proyecto? No pensaba dejar de ser un percherón, no dejaría a Tango, ¡no!
"Te ves… fuerte", dijo a falta de una mejor palabra, y era cierto, mi cuerpo se habia desarrollado con el trabajo duro y la nueva dieta, "Tu cuerpo ha madurado en estos dos años", ¿dos años? Que rápido había pasado el tiempo.
"¿Necesita algo? Tengo que seguir trabajando"
"Champ… voy a dejar el Rancho", ¡Oh bien! Pero ¿que esperaba? ¿Un abrazo? ¿Buenos deseos?, "Las cosas no está bien, hay un fuerte movimiento político y social por la separación de los estados en los dos países y la formación de la nueva nación, están apresurado las cosas para implementar de lleno la esclavitud, que sea la norma… pero si las naciones unidas interviene, se habla de transferir a todos los ponys a una isla… no se que pasará ahí..."
"¿Y que tiene que ver eso conmigo?, llevo siendo esclavo por años, sufriendo abusos, castigos…"
"¡Champ! ¡Escucha! Voy a huir… te estoy tratando de decir que te puedo ayudar a escapar…"
El resto del día tuve la cabeza en otro lado, repasaba las palabras de Edward en mi cabeza, por fin tenia una salida de ahí, podía ser libre, pero… tenia que dejar atrás a Tango. "Solo puedo llevarte a ti", me dijo Edward cuando le pedí que nos llevara a los dos, "Imposible, nos pueden descubrir, es peligroso… tienes que tomar esa decisión Champ…"
¿Como era posible esta jugada del destino? Cuando por fin me sentía feliz dentro de esa nueva vida, teniendo a alguien a mi lado las cosas pueden cambiar, y sería por decisión propia, de pronto sentí enojo, por primera vez podía tomar una decisión y odiaba tener que hacerlo, todos esos años a merced de alguien más, sometido a los deseos de otra persona, en esos momentos deseaba siguiera siendo así. Que alguien más decida por mi.
Durante la ducha estuve absorto, Tango limpiaba mi cuerpo y me preguntó "¿Que te pasa?".
"Nada…", contesté, pero Tango no creyó. Nos recostamos sobre la paja y me giré hacia él, lo besé apasionadamente, "¡wow! Tienes muchas ganas eeh!", me dijo, no solo disfruté de su cuerpo y nos descargamos uno con el otro, esa noche hicimos el amor.
"Vas a escuchar a un capataz pasar por tu establo a media noche, va a golpear tres veces con su macana, no lo hará muy fuerte para no llamar la atención, debes prestar atención, después de eso abrirá la puerta, únicamente por diez minutos, escucha bien Champ, diez minutos, que será tu ventana para escapar…", fueron las indicaciones de Edward antes de despedirnos, "Vas a ir hasta el límite norte, camina entre el sembradío de maíz y de sorgo, ahí me vas a encontrar".
Estaba en los brazos de Tango después de haber cogido, por suerte el joven percheron tenía el sueño muy pesado, tanto que nada lo despertaba, estaba a poco de tener mi oportunidad y yo todavía no me decidía. Dejar a Tango, ser libre, comenzar de nuevo o seguir ahí, ser feliz como percherón junto al hombre que… ¡diablos porque no podia decirlo! Entonces escuché los tres golpes. Mi corazón se aceleró, dejé pasar un momento, mis manos temblaban de nerviosismo. Empecé por quitar lentamente el brazo de Tango, enseguida me fui levantado lentamente.
"¿Que pasa Champ?", escuché la voz adormilada del joven percherón.
"Uuhm… t-tengo que orinar… voy al rincón, ya vuelvo…"
Abrí la puerta y salí sigilosamente, me dispuse a avanzar entre la penumbra, ya conocía bien los terrenos, sabía por donde debía andar para no ser descubierto, avanzaba agachado hasta llegar a los sembradíos, caminé apresurado, nunca me había parecido tan extensa la distancia, entonces llegué al borde, no distinguí nada entre la noche, entonces vi algo… un tintineo de luz. Caminé en esa dirección, había un coche, de él bajó Edward que al abrir la puerta del conductor se encendió la luz interior, vi que iba acompañado, su mujer iba de copiloto y en sus brazos el pequeño Eddy. Era la primera vez que lo veía, paré en seco.
"Vamos Champ… tendrás que ir en el maletero… ¡rápido!"
Mi corazón estaba acelerado, lo seguí, entonces Edward abrió el porta equipajes, miré al hombre, se notaba muy nervioso, incluso más que yo.
"Vamos Champ… se va a poner feo…", estaba por meter un pie adentro cuando dijo eso, "¿De que hablas? ¿Como que feo?"
"Si Champ, las naciones unidas intervino de último momento, se aplicarán sanciones, habrá una auditoria por una partida neutra, esto va a acabar…"
Entonces me detuve, "Eso es bueno… ¿no? Ya no habrá esclavos".
"No entiendes Champ… iban a trasladar a los esclavos a una isla, pero con la decisión de intervenir no les dará tiempo, van a deshacerse de todo esclavo sin documentación legal…", no entendía del todo las palabras de Edward, "¡Champ! ¡los van a matar!"
"¡No puede ser! No pueden hacer eso, no pueden matar a todos"
"Créeme, lo harán… no tienes ideas del poder que se maneja aquí…"
Me metí de lleno a la parte de atrás del coche, antes de que cerrará le pregunté, "Tango estará bien… ¿verdad?"
El joven percherón dormía plácidamente en la cama de heno, soñando quizás con la vida fuera de ahí, aquella de la que tanto hablamos y acabamos riendo con lo absurda que parecía. La puerta se abrió de golpe, el fuerte estruendo despertó a los habitantes del establo, entonces me hinqué frente a Tango, "No pude hacerlo, no pude hacerlo", repetía con lágrimas en los ojos, Tango no entendía que pasaba, "No pude dejarte" repetí mientras lo besaba.
"¡¿Champ?! ¿Que ocurre?"
"Nos quieres matar, ¡Nos van a asesinar a todos!", grité, de pronto el murmullo se alzó en el lugar, "¡Percherones! No podemos dejar que nos hagan esto, hay que luchar ¡tenemos que defendernos!", todos estaban incrédulos pensando que todo eso era una locura mía, pero entonces se escuchó el sonido de un arma a lo lejos. Todos se sobresaltaron, "¡Ayudemos a nuestros hermanos percherones a salir! ¡Y defendamos nuestra vida!", el capataz que había abierto el establo no había vuelto por la repentina orden de acudir al edificio de control a recibir nuevas órdenes, por suerte me arrepentí de huir y corrí lo más rápido que pude a advertir a los demás.
Salimos entre la noche a liberar los demás establos, nos armamos con palos y piedras, sabíamos que los cuidadores traerían picanas y armas de fuego, pero nosotros éramos más. Aquel lugar se convirtió en un campo de guerra, gritos, golpes, disparos, había bajas de nuestro lado, pero también pudieron contra algunos capataces que desarmados logramos tomar ventaja quitando sus propias armas y utilizándolas contra ellos. Tango y yo corrimos a liberar más compañeros, primero los percherones, después los corceles, enseguida corrí a rescatar a Luis, que ansioso no sabía que ocurría desde dentro de su pequeño establo.
La furia de un ejército de hombres desnudos podía más que un puñado de hombres armados. Los gritos se escuchaban entre la noche y las llamas comenzaron a arder en la mansión, algunos hombres se atrincheraron en ella intentando proteger a su jefe pero no contaban con los esclavos domésticos que armados con cuchillos tomados de la cocina se defendieron atacando a sus captores e incendiaron el lugar para hacer salir al cobarde señor Pierce.
Corrimos hacia el establo de los mustangs, los hombres estaban eufóricos, nadie más que ellos amaba la violencia, estaban ahí por crímenes cometidos pero en ese momento su ayuda serviría. Golpeé el candado intentando romperlo, pero no cedía, entonces una voz detrás de mí habló, "¿Que crees que estás haciendo?, escuché el sonido del dedo en el gatillo preparado a disparar, giré lentamente alzando mis manos, era Jorge el capataz.
"No puedes hacer nada… vamos a ser libres", le dije. El hombre sonrió con media mueca y apuntó hacia mí. Pero algo blando golpeó la cara de Jorge, el hombre se distrajo, tocó su cara y se notaba el desagrado.
"¿Que diablos?", exclamó viendo su mano cubierta de mierda, un mustang le habia lanzado un puño desde adentro del establo. Jorge lanzó una serie de disparos hacia los mustangs, que fue lo que bastó para encender su rabia y que los hombres empujaran la reja rompiendo el candado. Vi la cara de terror en Jorge, los mustangs se le fueron encima jalandolo dentro del establo, me quedé inmóvil viendo como lo golpearon y arrancaron su ropa, el hombre gritaba, pero sus gritos se tornaron de horror cuando comenzaron a violarlo. Jorge murió esa noche a manos de los mustangs que tanto atormentó.
Tango volvió conmigo después de ayudar a liberar a otros ponys, lo abracé con fuerza, lo besé y por fin le dije, "Te amo". Enseguida corrimos, nos dirigmos a la puerta de entrada del rancho seguidos por un centenar de hombres desnudos, entonces al llegar a la reja unas fuertes luces nos cegaron, el viento levantó una polvareda y me di cuenta que era un helicóptero. Hombres armados nos rodearon y de un altavoz dijeron, "Manos en la nuca, de rodillas al suelo", había que saber cuando rendirse.
Escuché unos pasos acercarse, era la persona con el altavoz, "Tiren sus armas, están rodeados", cerré los ojos, sí era mi fin estaba contento que fuera al lado de Tango, entonces dijo, "El terreno y todas las instalaciones propiedad de 'Pierce International' serán aseguradas por el ejército de los Estados Unidos y de México para que la comisión de la ONU pueda investigar delitos contra los derechos humanos…"
Abrí los ojos y volteé a ver a Tango, me miraba con asombro, no escuchaba nada por el sonido de las hélices del helicóptero, pero esperaba que leyera mis labios, "Somos libres".