Recuerdos Perdidos

By Hugo Dan

Published on Feb 9, 2022

Gay

Mi vista era borrosa, vislumbraba un mundo que no entendía, fue como volver a nacer pero en esa ocasión estaba siendo consciente de todo, la luz lastimaba, los sonidos por más mínimos retumbaban en mi cabeza y el dolor... El dolor era general, todo dolía, intenté levantar un brazo pero requería un esfuerzo muy grande, entonces la figura de una enfermera se acercó a mí. Intentó calmarme, diciendo que no me levantara, pero aunque hubiera querido no podía, entonces otra cara se acercó a mí, era una mujer, mostraba preocupación en su rostro, "¡hijo mío! Gracias al cielo, ¡despertaste al fin!".

¿Mamá? No se si intente hablar o lo pensé, o si solo balbuceos salieron de mi boca, ¿Mamá? Me retraje en la suave superficie donde estaba acostado, esa mujer... ¡no se quien es!

En cuanto pude recobrar un poco el sentido analicé mi entorno. Estaba en una habitación recostado sobre una cama de hospital, a pesar de no tener mis recuerdos claros, y de no reconocer a nadie, era extraño como ciertas cosas en mi mente tenían sentido, sabía que donde estaba no era un hospital sino una modesta clínica, lo noté por el equipo que se notaba a poco de ser considerado obsoleto. Vestía una sencilla bata de tela muy delgada que me llegaba muy por encima de las rodillas, afortunadamente había una cobija con la cual cubrí hasta mi cintura.

Un médico se presentó a revisarme, analizó mis ojos con una pequeña linterna, escuchó mi corazón, checó mi presión, aparentemente todo estaba bien, ¡Pero no! Lejos de estar bien, nada tenía sentido, ¿Que hacía yo ahí? ¿Qué me pasó?

"Sostén mi dedo y aprietalo", me indicó dándome su grueso dedo índice, hice lo que me indicó pero no con suficiente fuerza, "Bien", dijo.

"¿Bien?", pregunté, "¿Cómo va a estar bien? ¡Doctor! No se donde estoy... n-no se quienes son estas personas...", la mujer que alegaba ser mi madre se echó a llorar. Mi padre, o el hombre que decía serlo, la tomó en sus manos y la abrazó, "¡No sé quien soy yo!".

"Calma Diego", dijo el médico con su voz grave y serena, se acercó a mí y posó su mano en mi hombro, "Tuviste un accidente muy aparatoso, tu coche se volcó y tuviste golpes fuertes, fuiste muy afortunado, ya irán volviendo los recuerdos, no te preocupes, no ayudará nada que te frustres, tu familia te ama y estará junto a ti a lo largo del proceso", la mujer y el hombre asintieron, sus caras mostraban genuinos rostros de preocupación. Yo simplemente asentí, no tenía otra opción. Me enderecé en la cama e intenté poner los pies en el suelo, sentí un tremendo dolor muscular, mis pies descalzos tocaron el frío suelo, entonces el hom... mi padre se acercó a ayudarme, "Ten cuidado Diego", era extraño como incluso mi propio nombre no me parecía familiar, "Descansa, no tienes que levantarte aun".

"Eh... tengo... que ir al baño"

"Yo te ayudo", me dijo, la verdad es que si requería la ayuda, me apoyé en él para levantarme, era un hombre maduro, no quise adivinar su edad, incluso el pensar hacia que me doliera la cabeza, pero se notaba un hombre mayor, con barba y cabello canoso. Di pasos lentos hacia la puerta a un costado, sentí una brisa fresca y supe que la bata estaba abierta completamente detrás de mí, no hice el intento por cubrirme. Mi padre me ayudó a entrar al baño, había soportes en todo alrededor para sostenerme, le insistí que me dejara solo. Aunque solo necesitaba descargar la vejiga me senté sobre el inodoro, aproveche el momento para repasar la poca información que tenía hasta el momento.

Me llamo Diego, tuve un accidente de automóvil, tengo a mis dos padres, y... nada más... Me apoyé para ponerme de pie y caminé hacia el lavabo, mojé mi cara y vi mi reflejo. Tengo marcas de golpes y vendas en mi cabeza, aún así logro distinguir que soy un hombre joven de complexión delgada, no debo pasar los 25 años, mi piel es blanca y mi cabello castaño, alcé lentamente la mano para tocarme pero siento un dolor fuerte y punzante, deslicé la bata, un círculo morado me cubre el hombro, intenté volver a cerrar la bata pero no pude. Camino a la puerta y la abro, si hasta entonces el sentimiento de no saber quien soy era abrumador lo que ocurrió enseguida lo escaló a un nuevo nivel.

Mi madre estaba de pie cerca de la puerta de entrada a la habitación y otra persona estaba con ella, le sostenía las manos delicadamente y se hablaban muy cerca uno del otro, entonces el acompañante giró a verme, su semblante cambió, se dibujó una sonrisa y caminó apresurado hacia mi, no pude reaccionar, no podía retroceder ni moverme rápidamente hacia otro lado cuando de pronto ya el hombre, de aproximadamente 30 años me sostenía, entonces me abrazó, me estremecí por el dolor, "Lo siento", dijo al sentir que estaba sensible, entonces nos miramos, estábamos cara a cara, a centímetros de distancia, sus ojos estaban enrojecidos llenándose de lágrimas. ¿Acaso sería mi hermano? Evidentemente es unos años mayor que yo, pero sus facciones son distintas a las de mis padres, y su cabello es más claro, al igual que su barba que porta tupida con destellos rubios. Me vuelve a abrazar y susurra, "Perdóname... debí acompañarte, no vuelvo a dejarte solo", sus manos tocaron delicadamente mi cara y se acercó a mí hasta que sus labios tocaron los míos. Me quedé perplejo, ¿acaso? Hasta ese momento no había pensado en la posibilidad, digo, uno no se despierta sin saber quien es y enseguida se cuestiona si le gustan los chicos o las chicas. Pero yo no me sentía... no me cabía la idea, podía lidiar con todo lo demás pero ese acto chocó tremendamente en mi cerebro que sentí una punzada, me quejé y el hombre que tenía enfrente tuvo que sostenerme.

No debí estar mucho tiempo dormido, abrí los ojos lentamente y todos seguían ahí, el hombre estaba sentado al borde la cama, sentí la calidez de su mano sosteniendo la mía, la retire lentamente sin decir nada, la puso sobre mi rodilla, tenía la noción de que todos los presentes me conocían, que yo era alguien cercano a ellos, pero para mi, todos eran desconocidos.

"Diego... amor...", dijo el hombre, su voz era varonil, eso hizo que me estremeciera, "No te preocupes, ya me hicieron saber que tienes un caso severo de amnesia, pero yo me encargaré de cuidarte y estoy seguro que pronto recordarás todo".

Solo pude sonreír, sus deseos hacia mi eran buenos, una recuperación rápida, y empezaba a comprender que necesitaría de todos ellos para lograrlo.

Transcurrió la mañana y pasado el mediodía el médico acudió a la habitación a informar que me daría de alta. No había razón por la cual mantenerme ahí, a pesar de tener golpes severos, la clínica no contaba con el equipo adecuado para tratar alguna complicación.

"¿No será conveniente ir a un hospital?", pregunté nervioso.

"Oh no, de ninguna manera", aseguró, "tus signos están bien, solo requieres reposo y mucha atención por parte de tus seres queridos, quien esté a cargo de cuidarte deberá ser muy paciente y mimarte mucho", el médico sonrió y miró atento a los presentes esperando a aquel que sería el voluntario.

"¡si!", de pronto exclamó Pedro, el hombre al cual conocí como mi posible compañero romántico, "¡Yo! Seré yo quien lo cuide". Sentí un vuelco inesperado en el estómago. Miré a los presentes consternado, no estaba seguro si era conveniente.

"¿N-no cree que sería mejor que me quedara con mis padres?", propuse nervioso, aunque tampoco a ellos los recordaba, el sentimiento de estar con personas con las que estoy seguro tengo un vínculo de sangre me hacía sentir más seguro, "Quizás estar en el lugar donde crecí pueda ayudar a recuperar la memoria más rápido", mi argumento tenía sentido, y aunque el médico asintió, dijo que dependía de quién tenía mayor disposición.

"Diego, tu hermana tiene un bebe de un mes de nacido, tuvo un parto complicado y todos los días voy a ayudarle, tu papá todo el día está en el trabajo, nosotros... no podríamos...", vi su rostro más condescendiente que preocupado, entonces intervino Pedro.

"Hey, amor..", cada que decía esa palabra me recorría un escalofrío por la espalda, se sentó nuevamente en el borde de la cama y buscó mi mano, "Está bien, no te preocupes, cuidare bien de ti, pronto recordarás lo mucho que nos queremos, seré paciente, te prometo que para el día de nuestra boda recobraras la memoria".

"¡¿Boda?!", exclamé. Mis padres me miraron, no había expresión de extrañeza.

"Si, Diego, tu boda, con Pedro", dijo mi madre.

"Ya está todo listo, es en dos semanas... estamos muy felices por ustedes", recalcó mi padre. Comencé a respirar más rápido y profundo, sentía que me fallaba la respiración, quité mi mano de la suya, y me retraje en la cama.

"¡Calma! ¡Calma!", me dijo Pedro, sus manos gruesas se posaron en mis hombros, me rehusé pero me di cuenta de la diferencia en fuerza entre los dos. Entonces sentí el pinchazo en el brazo, el doctor me había inyectado algo, inmediatamente me relajé, sentí que flotaba, seguía consciente pero no podía luchar.

"Será conveniente darle calmantes, puede tener algún arranque de pronto y dañarse el mismo, haré la receta, por favor alistense y los veo en el pasillo", escuché la voz del médico reverberar a la distancia, vi como caminó afuera seguido por mis padres, quise gritar que no se fueran, pero fue inútil, estaba sentado en la cama con mis pies en el suelo, entonces Pedro se acercó sentándose a mi lado, sus manos delicadamente jalaron la bata desnudando mi hombro, no pude poner resistencia, acercó su cara a mi piel y sentí su respiración, recorrió con la punta de su nariz hasta mi cuello y subió olisqueando.

Después desnudó mi torso y sin más me despojó de la bata, me encontré de pronto expuesto en aquella pequeña habitación, el sedante me mantuvo quieto, sin protestar, y hacía que no me importara. Pedro recogió una mochila de un rincón y sacó unas prendas de ahí. Se hincó en el suelo frente a mí y comenzó a deslizar mi ropa interior, quizás era la droga, pero su tacto magnificó la sensación de mis terminales nerviosas, los escasos vellos en mis piernas se erizaron al rose, Pedro me recostó y mi cabeza floto al sentir la suave cama debajo, su mano tomó mi flácido paquete y logré sentir un delicado tanteo antes de acomodarlo amablemente dentro de la prenda.

Salí al pasillo en una silla de ruedas, vistiendo un pantalón deportivo y una camiseta holgada, sentía la relajación del sedante, Pedro se adelantó a hablar con el doctor mientras que mi madre me encaminaba a la salida, quería quedarme y escuchar las indicaciones del médico, quería saber sus recomendaciones y no depender de alguien más, y menos si estaría al cuidado de Pedro, un total extraño para mi en ese entonces. Me ayudaron a subir a una vieja camioneta Ford pick up, mi mamá se despidió de mí, la miré fijamente, puso su mano en mi cara y con la otra tomó la mía, con la poca fuerza que tenía intenté apretar, quería hacerle saber que quería irme con ella pero fue inútil. Pedro se subió al asiento del conductor y emprendimos el camino.

Durante el trayecto pude observar el pueblo, en verdad era pequeño, y no recordaba nada de él, vi algunos negocios con poca afluencia, otros cerrados y uno que otro abandonado. No nos tomó mucho llegar a una pequeña área suburbana de casas modestas, Pedro se estacionó en un espacio de estacionamiento y me ayudó a bajar. Caminé lentamente ya que la silla de ruedas era exclusiva de la clínica, la fachada no era solo rústica, se notaba descuidada, y al adentrarme en la casa la situación no fue muy distinta, los muebles que había se notaban viejos.

"Disculpa las condiciones", dijo Pedro, "Era la casa de mis padres... lamentablemente ellos fallecieron... y me acabo de venir a vivir aquí, pero no te preocupes, una vez casados y viviendo juntos remodelaremos a tu gusto...", sentí el sobresalto una vez más, de pronto olvidaba ese pequeño detalle y el hallaba la forma de traerlo a colación.

Quise protestar, decir algo al respecto, hacerle saber que de momento no veía prudente tener esos planes en mente, que preferiría esperar, dejar eso en espera de que recobrara la memoria, pero sentí un ligero dolor volver a mi cuerpo, me quejé y Pedro se apresuró a llevarme a una habitación. La cama era cómoda, más que la de la clínica y me recosté a descansar. Pedro permaneció al pie de la cama observándome, había algo en su mirada, no pude determinar que era, mis ojos se fueron cerrando por sí solos hasta caer dormido.

Abrí los ojos sin la sensación de adormecimiento, había logrado descansar y me sentía mejor, intenté moverme pero el dolor muscular continuaba, me tomaría días volver a la normalidad, entonces vi a Pedro sentado en una silla a un costado. Me sorprendí un poco.

"¿Cómo te sientes?", preguntó.

"Mejor, gracias, eh... ¿estuviste ahí sentado mientras dormía?".

"Si... por si necesitabas algo"

"No tenías que hacerlo, estoy bien", me pareció un gesto de preocupación extrema.

"¿Necesitas algo?", preguntó al instante, "¿Tienes hambre? Preparé sopa".

Me quedé pensando un instante, entre todas las sensaciones que tenía no sabía si el hambre era una de ellas, o si el dolor opacada el sentimiento, "Te agradecería un poco de sopa".

Pedro se paró y salió de la habitación, casi de inmediato volvió con un plato, "Ya lo tenía servido, por si acaso despertabas con hambre", sonrió y se sentó a un lado mío. Quise tomar el plato pero no me dejó, "Yo te ayudo, todavía estas débil y se te podría caer".

"De verdad, no es necesario que..."

"¡Que yo te doy te digo!", sentí un ligero cambio en la voz, un poco más severo más no rudo. Yo no tenía fuerza para protestar o luchar así que lo dejé, además de que no creía que fuera a comer mucho. Y en efecto, probé quizás tres cucharadas de sopa, que me cayeron de maravilla en el estómago.

"Muchas gracias... es suficiente... tiene muy buen sabor", le agradecí, pero Pedro siguió intentando que comiera más, "En verdad... no...", pero Pedro me metía la cuchara en la boca y para evitar que se tirara sobre mí la acepté.

"Necesitas comer bien, para recuperarte pronto, hay muchas cosas pendientes... antes de..."

"Pedro... de eso quisiera hablar..."

"No te preocupes, tengo todo bajo control, tu enfócate en mejorar y..."

"¡Creo que deberíamos esperar!", dije tajantemente, él permaneció serio, "Posponer cualquier cosa hasta que yo recupere la memoria, no me siento..."

"Hace días estabas seguro", me dijo frunciendo el ceño, "Estabas ansioso, ya querías venir a vivir conmigo, incluso adelantamos la fecha, ¡porque tu querías!", Pedro alzo la voz para después retirar el plato.

"Lo siento! En verdad, creo lo que dices, pero entiende ¡por favor! Esta es una situación muy difícil para mi, no recordar nada..."

"Ya lo harás... y seremos muy felices...", volvió a sentarse.

"Entonces dame tiempo, para recuperarme".

Y sin contestar a mi petición cambió el tema, "Anda, toma tus medicinas", de un pequeño bote sacó 5 píldoras distintas, tomó mi mano y girándola con la palma hacia arriba las colocó ahi.

"¿No te parece que son muchas?", dije extrañado.

"Son las que el doctor te recetó", fue tajante al decirlo, "¿No quieres recuperarte?", me quedé callado unos segundos y sin más las fui tragando, una a una con ayuda de un vaso con agua. En seguida me volví a sentir soñoliento y caí rendido nuevamente.

Había deseado que al dormir toda la noche me hubiera aclarado la mente, o por lo menos tener sueños donde pudiera ver destellos de mi vida y que los recuerdos fueran regresando pero no fue así. Desperté al tacto de la mano de Pedro sobre mi frente, abrí los ojos para verlo sobre mí, "Buenos días", dijo con calma, de pie a un lado de la cama "Solo quería revisar que estuvieras bien, ¿cómo te sientes?"

"Bien, gracias", quise sentarme en la cama y recargarme en el respaldo pero el dolor muscular volvió, me quejé y Pedro me ayudó, asentí con la cabeza en señal de agradecimiento pero apretando los labios intentando aguantar el dolor que me provocaba moverme.

Mi cuidador se sentó al borde más cerca de mí, tomó mi mano y sin preguntarme colocó las pastillas. Me quedé observando un momento, me parecía excesivo, aunque mí accidente había sido muy fuerte, las tomé sin cuestionar.

Pedro se reclinó sobre mí y plantó un beso en mi frente, hundió su nariz en mi cabello. Me hacía sentir incómodo, pero también quise ponerme en su lugar y entender la frustración de tener a un ser querido que no te recuerda. "El desayuno está listo, un poco de fruta con yogurt y nueces, el médico indicó que comieras ligero hasta que estés completamente recuperado".

"Gracias", repetí.

"Quizás quieras tomar un baño antes...", volvió a reclinarse pero ya no me besó sino que inhalo fuerte sobre mi cabello, "empiezas a oler...", y sonrió, sentí un poco de vergüenza, me sonroje y a la vez se me escapó una sonrisa, asentí.

Me apoyé sobre el hombro de Pedro para caminar, planté mis pies sobre el suelo pero al querer apoyarme mis piernas flaquearon, tal vez podría dar unos pasos pero la fuerza se me iba a agotar, no tenía opción más que aprovechar su ayuda. Bajó la tapa del excusado para poder sentarme mientras el templaba el agua. "Ve quitando tu ropa, enseguida regreso para ayudarte", con esfuerzo me quite la camiseta, afortunadamente al ser holgada fue sencillo, enseguida deslicé el pantalón deportivo junto con la ropa interior y quedé desnudo por completo. Apoyándome del toallero me levanté para cerrar la puerta, y di unos pasos hacia el lavabo donde me admiré en el espejo. Mi complexión es delgada, ya había comentado además que mi tez es blanca, me admiré y pensé, no estoy enclenque a pesar de ser delgado, y estoy ligeramente tonificado, curioso cómo podía enumerar un sin fin de disciplinas deportivas, pero no podía recordar cuál practicaba yo. Soy casi lampiño, tengo un poco de terciopelo en algunas zonas, si fuera nadador, seguro estaría depilado. Podría apostar que soy de la clase de personas que le gusta correr y se mantiene en forma con cardio.

La puerta se volvió a abrir, pensé que al haberla cerrada Pedro entendería el mensaje, lo que me sorprendió fue que al abrirse paso nuevamente dentro el hombre iba desnudo, lo vislumbré por el reflejo, no me lo esperaba, lo que me hizo perder un poco el equilibrio al instintivamente querer cubrirme. Pedro se abalanzó hacia mí al darse cuenta que mis manos resbalaron de mi apoyo, el hombre me tomó por mi cintura desnuda, me estremecí al sentir sus dedos gruesos en mi piel, me apretó firmemente y sentí su calidez cubrirme la espalda.

"N-no, no es necesario..."

"¿Que?... ¿Qué te ayude? ¡Estás loco Diego! Ibas a caerte, ¡te podrías golpear la cabeza otra vez!", su tono era severo y con preocupación. Mi mente solamente estaba en nuestros cuerpos desnudos pegados uno al otro, me apoyé en él sintiendo su vello corporal, había notado como gran parte de su cuerpo era velludo, un vello castaño claro similar al de su barba, "Anda... entremos a la ducha..."

"Está bien... está bien... espera... dame un segundo", analicé la situación, quizás por mi renuencia a aceptar que Pedro y yo teniamos una relación, y que él incansablemente repetía que estabamos por dar un paso más es que tenía mis reservas, pero lo que él quería era solo ayudarme en mi recuperación, asentí, "Bien... solo deja me doy la vuelta para sostenerme de ti...", era mejor estar de frente, así que me fui girando con su ayuda, nuestra piel se deslizaba haciendo fricción, cuando estuve de frente rodee con mis brazos su cuello, de pronto mi esbelta y lampiña silueta estaba a la par con su robusta y velluda figura. No sabría como describir a Pedro, somos de la misma estatura pero su complexión es más gruesa, sin llegar a ser gordo, tal vez tiene unos kilos de más, pero el trabajo duro le habrá dado esa constitución maciza. Sus manos otra vez me tomaron por la cintura, nuestras caras de frente una a la otra, inmediatamente evadí esa situación reclinandome en su cuello.

Despacio nos fuimos metiendo en la ducha, el agua tibia comenzó a caer en mi cabeza escurriendo por mi cuerpo, fue como un suave masaje que me hizo estremecer, un sentimiento de dolor mezclado con alivio que me hizo apretarme más a Pedro, hasta entonces a pesar de estar apoyado en él, existía una leve separación que yo solo eliminé, Pedro deslizó sus manos por mi espalda baja aceptando esa fusión, descansé mi barbilla entre su cuello y hombro, hasta entonces me percaté que evidentemente éramos de la misma estatura, nuestros hombros cuadraban, nuestro pecho, nuestro abdomen, incluso nuestros...

Hasta el momento no había tomado conciencia de algo que nos ocurre a los hombres a diario, incluso varias veces en un solo día, quizás demasiadas veces. Mi pene estaba flácido, ya me había percatado que coordinado con mi lampiñez, mi pubis estaba recortado, pero Pedro no, él tenía una abultada mata que cosquilleaba mi entrepierna. Cerré los ojos, rogando que no pasará...

Después de un momento Pedro tomó una barra de jabón y comenzó a limpiar mi espalda, lenta y gentilmente, buscaba maniobrar y encontrar todas mis comisuras que por la postura de los dos era un poco complicada. "¿Podrás sostenerte por un momento? Para limpiar tu pecho".

No me confíe y deje mis manos sobre sus hombros, me despegue solo unos centímetros dejando un espacio para que Pedro empezará a rozar su mano jabonosa por mi cuerpo, su tacto era suave, resbaladizo... y estimulante. Sentía lo reconfortante del agua tibia con su actitud protectora, lo observé serio un momento, sus ojos marrones atentos, de pronto tuve la claridad de entender por que quizás yo estaba enamorado de él. Sus ojos fueron de estar revisando mi torso a fijarse en los míos. Su mano se deslizaba en mi abdomen, para bajar lentamente a mi pubis. Sus dedos se escurrieron hacia mí pene, inhalé con profundidad, pero no fue brusco, se limitó a enjabonar mis partes que siguieron flácidas, entonces sus dedos índice y cordial exploraron más allá mientras los otros sostenían mis testículos, su otra mano me rodeó para ir directo a mi raja en la cual sus dedos se deslizaron con ayuda del jabón, de pronto tenía sus curiosas falanges cerca de mi culo por cada extremo, unos en el perineo y las otras entre mis nalgas, no pude evitar intentar pararme en puntas cuando por fin su yema tocó mi entrada, apreté.

"No voy a intentar nada...", me aseguró para calmarme. Pero esa no era mi preocupación, mi cabeza se llenaba de más dudas cada minuto que pasaba.

"Eh...", quise preguntar, pero me detuve.

"¿Que pasa?", sus ojos todavía fijos en los míos, de no ser por el agua de la ducha escurriendo sobre nosotros sentiría su respiración contra mí de lo cerca que estábamos.

"No, nada..."

"Si no preguntas sabrás menos de nosotros y tardaran más los recuerdos en regresar".

"...si... eh... ¿nosotros...? ¿Hemos...?", hubo un silencio que de no haber sido por el agua cayendo sobre el azulejo hubiera sido incómodo.

"No", dijo Pedro con semblante serio, "...TODAVÍA no...", enfatizó, las yemas de sus dedos se volvieron a posar en mi cintura, nuestros cuerpos se habían acercado cada vez más sin darme cuenta, "Me pediste esperar... al día de la boda...", miré hacia abajo, no pensé que fuera ese tipo de persona... de las que espera hasta el matrimonio, me sentí avergonzado, incluso quise reír, pero de inmediato ese sentimiento se esfumó al sentir la ligera presión ejercida por su miembro, estaba erecto, firme horizontalmente punteando a mi miembro que seguía sin reaccionar. Mis ojos se abrieron, su pene está completamente duro, no era muy grande si el estándar a medir es lo largo, pero lo impresionante era lo grueso, una cabeza gorda descubierta seguida por un tronco igualmente ancho, como si una lata de refresco se tratara. Irónicamente podía distinguir las cualidades de su miembro, pero yo mismo no podía recordar mis dimensiones, ¿acaso mi pene es promedio? Es lo que asumí, pero que tal si en erección crece más de lo que aparenta, ¿acaso duro esta recto? O tiene curvatura, no lo sabía. Entonces volví a la situación, yo había llevado el tema al momento, estábamos desnudos, teníamos privacidad, y él estaba listo para lo que fuera, solo bastaba con 'ese algo', que diera pie a 'eso' que no estaba seguro si quería.

Entonces Pedro se reclinó hacia mí queriendo besarme. Instintivamente lo esquivé, cerré lo ojos apretandolos anticipándome a lo incómodo de la situación, lo había rechazado, a esa persona que ha estado atento cuidándome, a esa persona con la cual tengo una relación y a la que estoy comprometido. Pero... estaba en lo correcto, ¿cierto? Hacer caso a mis sentimientos de ese momento que no recordaba ni quien era yo.

Al esquivar su beso provoqué que nuestros cuerpos volvieran a pegarse, haciendo que su duro pene casi se clavara en mí. Entré en un estado de ansiedad que no supe que hacer, y para mí lo más lógico fue huir. En un lapso de escasa sensatez mi huida consistió en no darle la cara, es decir, voltear y darle la espalda... si... exacto...

Me giré lentamente, Pedro me sostenía agarrándome de la cintura, sus manos firmes en mi, sentí la tensión de sus dedos queriendo clavarse como garras en mi, el ritmo de mi respiración aumentó, sus manos se deslizaron en mi para abrazarme, su pecho se pegó a mi espalda, su abdomen a mi espalda baja y su miembro... se abrió camino para acomodarse entre mis nalgas. Mi corazón se saltó un latido, comprendí mi error. Estiré mis brazos para detenerlo detrás de mí, mis palmas presionaron sus piernas, sentí sus vellos gruesos y empapados.

"...n-no...", dije con nerviosismo, "por favor...", estaba muy claro qué era lo que no quería.

Había girado levemente mi cara, lograba verlo de reojo, Pedro se acercó a mí oído y contestó, "Te prometí esperar..."

Sus manos subieron acariciando mi torso, una mano se posó en mi pecho y la otra subió hasta agarrarme firmemente el cuello. Sentí la presión y agarré su antebrazo, podia respirar, pero limitado por su agarre, intenté quitarlo pero no tenía fuerza. Con sus dedos pellizcó mi pezon, eso me hizo gemir, una sensación rara que envió una señal a todo mi cuerpo, por primera vez desde que desperté mi pene reaccionó. Entonces Pedro continuó y dijo, "Pero el día de la boda... serás mío..."

Pedro me soltó, me recargué en la pared, y el cerró la llave del agua. Tosí y toqué mi cuello, miré a Pedro consternado, su semblante era serio, no sabía si sentirme protegido o sentir miedo...

"Y tu solo, voluntariamente te entregaras a mí..."

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