Debes tener al menos 18 años para leerlo, este es un trabajo de ficción, todo en esta historia proviene de mi imaginación, espero te guste, me encantaría saber tú opinión.
Es bueno apoyar a todos los creadores y los espacios creados para que compartan su trabajo, considera donar a nifty si has disfrutado de incontables horas de entretenimiento morboso.
https://donate.nifty.org/
Terminar de preparar la cena y esperar a Pedro en el comedor, sentado en un extremo, con mi espalda erguida y mis piernas firmes, mis manos debajo de la mesa empuñando un cuchillo, si era necesario, asi le sacaría la verdad. Ese fue mi pensamiento inicial, pero cambie de parecer, no tenia idea que tan peligroso pudiera ser. Alberto se fue de la casa sin poder pedirle ayuda por mi estado catatonico, era indudable lo que ocurría al escuchar todo lo que el hombre dijo, todas esas conjeturas y dudas que yo tenia tenían fundamento, pero yo no podía recordar, ¿Pero porque? ¿Que me había hecho? Decidí mejor huir, salir de la casa unicamente con lo que llevaba puesto.
Se acercaba la hora en la que Pedro acostumbraba llegar a casa, yo ya llevaba unos buenos 15 minutos de ventaja, pero a pie, ¿Que tanto pude haber avanzado? Pensé en pedir ayuda, pero… todos aquí saben la verdad y aun así lo dejaron, ¿Que clase de pueblo enfermo era ese? Ingenuamente se me ocurrió acudir a mi familia, pero ellos ni siquiera eran mi familia verdadera, simplemente eran cómplices en esa estafa, me habían hecho suplantar la identidad de alguien más y todos estaban de acuerdo. Procuré caminar por calles que no fueran la principal, a paso acelerado, sin hacer contacto visual con nadie, que no supieran quien era, que no sospecharan mi plan de huida, quien sabe que cosas pudieran hacer para evitarlo.
Me agaché detrás de un arbusto al escuchar el motor de un vehículo, y así lo hice con cada uno que se acercaba, una paranoia se había apoderado de mí, el sol se estaba ocultando, llevaba horas intentando salir del pueblo sin ser detectado, lo que me atrasaba. Pedro ya debía haber llegado a casa, le parecería extraño que yo no estuviera, quizás va a esperar, pensaría que sali a tomar una caminata, tal vez al darse cuenta que no vuelvo ira a buscarme a casa de mis supuestos padres, eso me dará mas tiempo, mas tiempo para alejarme, quizás al llegar a una carretera principal pueda pedir ayuda, que me lleven a la comisaria mas cercana. Lo peor de la situación era que al no recordar nada de mi vida, tampoco sabía dónde exactamente estaba ¿Hacia dónde huyes cuando no sabes dónde estás?
No me podía adentrar en el campo, procuré caminar detrás de arbustos y árboles a metros del camino, que era una carretera angosta hacia la ciudad mas cercana, que estaria a una hora y media de camino, eso sí iba en coche. El transito vehicular no era mucho, me agachaba cada que escuchaba un motor a lo lejos para después seguir avanzando. Entonces escuché las ruedas de un vehículo que avanzaban lentamente, se oían las pequeñas piedras en el camino en su avanzar, mi corazón se aceleró, era Pedro, era seguro, iba a por mi, me tiré al suelo rogando que no me viera, que no me encontrara. El coche se detuvo, debía tomar una decisión, esperar ahí a que no me viera o levantarme y correr, correr campo adentro y que el cielo, el universo o cualquiera que fuera mi creencia me ayudara.
“Diego… ¡Diego!”, se escuchó una voz, me quede en el suelo, cerré los ojos apretandolos, coloque mis manos sobre mi cabeza y me quede lo mas quieto que pude, “¡Diego!”, siguió la voz, que era de una mujer, me pareció extraño, porque era una voz joven y no madura como la de mi supuesta madre, el coche avanzó lentamente, seguia llamandome, fue entonces que al creerme a salvo ya que había avanzado varios metros, la voz de esa mujer gritó, “¡Diego!...¡Mario! ¡Sal! ¡Vengo a ayudarte!”.
Esa persona sabia mi nombre, ese que había aprendido hacia tan solo unas horas como mi nombre verdadero. Tuve un montón de ideas que se interponian unas con otras, seguir escondido, correr, salir y acercarme a la voz. Me ganó la curiosidad y me levanté, el automóvil había avanzado algunos 50 metros, como pude caminé entre la maleza y me paré sobre la carretera agitando mis brazos, el coche se detuvo y avancé hacia él. Me paré por el lado del copiloto, la ventana estaba hacia abajo y nunca esperé a quien vi al volante. Susana… mi hermana.
Mantuve la mirada al frente tratando de evitar el contacto visual, aunque eso no me impidió observar el entorno buscando por amenazas, Susana no era ni mucho mas joven ni mayor que yo, podría decir que teníamos la misma edad o si acaso habria un año de diferencia entre nosotros, con cautela volteé, ella miraba el camino, me puse nervioso y abrí la puerta apunto de lanzarme del vehiculo en movimiento cuando giró de regreso.
“¡Espera! ¿Que haces?”, me dijo frenando de golpe.
“¡Vas a regresar! ¡¿Por qué harias eso?! Me llevas de regreso”
“¡Por qué es lo más inteligente que hacer por ahora! ¡Piensalo!, te van a buscar por todo el camino, es mejor regresar, pasas la noche en mi casa y muy temprano por la mañana te llevo a la ciudad…”. Su lógica me calmó, era cierto que Pedro estaria buscándome ya y la casa de Susana era quizás el ultimo lugar donde me buscarian.
“Bien… bien…”, dije abrumado, por el movimiento tan brusco del coche escuche un quejido en la parte de atrás, giré para mirar, en su asiento portable, el bebé iba de pasajero, “Gracias…”.
Me fui agachado el resto del camino para que nadie me descubriera, Susana dejó su coche en la parte de atrás y me hizo bajar, su casa era pequeña, pero tenía un patio trasero por el cual accesé. Ella se fue por el frente y entró como todos los días lo hacía, con su bebé en brazos, en caso de haber alguien en la calle, la verían llegar sola. Después me dejó entrar por la puerta trasera, su casa era mas bien parecida a un departamento pequeño, una sola habitación, un baño y un área común con cocina, sala y comedor.
Me senté en un silla en su pequeña mesa para cuatro, apoyé mis codos y cubrí mi cara, todo el avance que llevaba y de pronto ya estaba de regreso en el pueblo, esperaba haber tomado la mejor decisión. Susana se dispuso a preparar té y algún bocadillo, le dije que no tenía apetito a pesar de no haber comido desde esa mañana.
“Por que?”, dije casi en un murmullo, “¿Por qué?”, dije un poco más fuerte.
“Diego era mi hermano”, dijo Susana con su voz suave, colocó una taza sobre la mesa y ella llevaba otra en su mano, “Murió hace algunos años de una rara enfermedad, fue tan repentino, tan rápido, de pronto se empezó a sentir mal y los pronósticos fueron terribles, no le quedaban más que algunos meses de vida”.
“Si… pero ¿Por qué yo? Entiendo la muerte de tu hermano… ¡Lo siento! Pero porqué hacerme esto…”, Ella asintió con la cabeza y continuó sentada frente a mi.
“Diego y Pedro eran mejores amigos, de toda la vida, tenían la misma edad, fueron a la escuela juntos, eran inseparables”, entonces entendí la foto, esa que vi de un cumpleaños donde me mintieron diciendo que era yo el de la foto, junto a Pedro, “Pero Pedro veia algo mas que una amistad… se enamoró de mi hermano”.
“Pero él no le correspondía…”
“No… el estaba enamorado de alguien mas”, Susana dió un sorbo a su té.
“¿Pero dónde entro yo a todo esto?”, dije frustrado.
“Eres muy parecido a Diego, sino fuera porque estamos seguros que Diego no tuvo un gemelo, lo creeriamos, no lo se, es una de esas coincidencias de la vida. Cuando Pedro te conoció”.
“En San Quintin”.
“Si, en el instituto, quedó impresionado cuando te vió, fue como volver a Diego. Pedro fue con mis papás, les dijo emocionado que tenían una segunda oportunidad… fue ahí que les planteó… su plan…”
“Hacerme creer que yo soy Diego…”
“Si… por mas morbido que te parezca espero que lo entienda, perdimos a alguien muy importante en nuestras vida, mis padres estaban en una horrible depresión y Pedro… bueno, él había perdido al amor de su vida… aunque no fuera correspondido”.
“¡¿Y qué culpa tengo yo de todo eso?!”
“Ninguna”, dijo, por mas que quisiera justificar sus acciones, estaba mal, era horrible lo que hicieron,
“¿Y que tienes que ver en todo esto? ¿Por qué me quieres ayudar?”
“Por que yo nunca estuve de acuerdo… obligarte a creer que eras mi hermano y que estaban por casarse Pedro y tú, fue demasiado para mi… les dije que no formaria parte del plan, por eso siempre estuve alejada, quizás hice igual de daño al callar, pero aquí estamos, ¿no?”, asentí de acuerdo.
No se cuanto tiempo pasó, pero pude calmarme un poco más, logré comer un bocado y me senté en un sillón a esperar. Susana continuó su rutina, limpió un poco, y después me dijo que tomaría un baño, me pidió que si en el tiempo que se duchaba escuchaba al bebé le hiciera el favor de ir a verlo, solo para ver que estuviera bien.
Tomé una revista y me puse a hojear, cuando menos lo esperé, un leve quejido se escuchó de la habitación, esperé un momento, el quejido se convirtió en un leve chillido, el agua de la ducha seguia escuchandose, permanecí sentado un momento mas hasta que fue necesaria mi presencia. Entré, había una cama y una cuna, sobre la cuna estaba acostado el pequeño de un año, lo observé un momento, se veía tan tierno, tan solo me paré en frente y el bebe dejo de quejarse, una paz inundó la habitación. Notaba familiaridad en sus facciones, no pude evitar tocar su pequeño abdomen, abultado como muchos bebés, el niño sonrió seguido de unos balbuceos. Tuve el impulso por cargarlo, pensé que tal vez lloraría si me iba y su mamá necesitaría la habitación libre para vestirse. Caminé a la sala de estar con el bebe en brazos, cuando de pronto sentí un ligero mareo, me extrañó la sensación. Podía estar de pie, fue solamente algo breve pero de todos modos quise buscar un asiento, di unos pasos despacio hacia un sillón. En eso salió Susana del baño, tenía una bata de baño cubriéndole y una toalla enredada en su cabeza.
Tomé asiento, y tuve otro mareo, fue extraño. “Te llevas bien con él”, me dijo.
“Si, es muy tranquilo”, le dije, “Por cierto, ¿Cual es su nombre?”, a lo que ella contestó.
“Mario… se llama Mario, como su papá…”
De repente todo se nublo, no pude mas que aferrar al niño en mis brazos y de pronto mi vision se fue a negro. El té.
Fui abriendo los ojos, mi visión estaba borrosa, y tenía un fuerte dolor de cabeza, estaba acostado, me quise levantar pero no pude, estaba amarrado, frente a mí, Susana daba vueltas caminando con el bebé en brazos, ¿Había dicho que se llamaba Mario? Como su papá. Fue lo primero que vino a mi cabeza. Entonces miré en la otra dirección, Pedro hablaba, discutía. Mi corazón se aceleró al darme cuenta de lo que pasaba, me había engañado, me había llevado ahí para entregarme a Pedro. Quise gritar pero estaba amordazado.
“Tuviste tu oportunidad, y no te fue bien”, decía Pedro, se notaba un poco alterado.
“Pedro no entiendes, esta mal lo que haces, no sabes como le puede afectar a largo plazo”
“¿Y lo que él hizo que?”
“Eso ya pasó Pedro… lo he ido superando…”
“Si, ¿pero tus padres que? Tienen su hijo de vuelta, ¿Y yo? Obtuve al amor de mi vida, ¿Y tu? Te recuerdo que todo el asunto de la venganza fue tu idea.
“¡No es cierto! ¡No digas eso!”
“¡Claro que sí! Ahora no vengas a decir que era una mujer despechada la que accedió a todo esto”.
“Si pero… me arrepentí”.
Me quejé, intenté moverme pero no pude, quise gritar pero no me dejó la mordaza, únicamente pude balbucear, los dos me miraron. Pedro se acercó a mí y acaricio mi cara, me decía que me calmara, pero yo solo sentía repudio hacia él. Entonces me quitó la mordaza.
“¡Idiota!” Le grité, “Imbécil, ¿Qué es lo que me hiciste?”.
“Calma mi amor, ya pasará todo este malentendido, volverás a casa conmigo y volveremos a empezar”, esas palabras fueron como dagas, a que se refería con volver a empezar. Entonces Pedro tomó un pequeño maletín, lo abrió y dentro había una jeringa y un bote de vidrio con un líquido transparente. Intente forcejear sin éxito.
“Pedro!”, interrumpió Susana al verlo preparar la jeringa, “No sabemos lo que le puedes ocasionar, cuantas más puede soportar… lo dañaras de por vida, y estaras junto a él pero en San Quintín, con la mente completamente en blanco”.
“¡¿Qué diablos es eso?!, pregunté “¿Cuantas más?”
“Es lo que te devolverá a mi, te hará olvidar todo y te mantendrá así… la primera funcionó por una semana solamente, la segunda dosis un mes, la tercera 6 meses, cumpliste un año con la ultima y asi seguiria si no hubiera sido por Alberto, el maldito entrometido tuvo que ir a dejarme esos papeles a la casa, no me encontró en San Quintín porque sali temprano a comprar flores por nuestro aniversario, pero ya tenemos medida la dosis, esta será la quinta y última… “
“¿Cómo piensas evitar que pasé algo así otra vez?, le preguntó Susana preocupada.
“Fácil… nos iremos a vivir a la cabaña, ahí nadie nos molestará”.
“No, por favor, ¡No!”, empecé a suplicar, “Ten piedad, yo no tengo la culpa de nada de esto”.
“No hablemos de culpas Diego”, dijo Pedro acercándose a mí jeringa en mano.
“Maldito, ¡Maldito!”, comencé a gritarle, “Te prometo que recuperaré la memoria, y un día te voy a matar desgraciado, ya lo veras! Algún día tendré mi venganza”.
“¿Venganza?”, Pedro se detuvo y rió, “Aquí la que obtuvo su venganza fue ella…”, y apunto a Susana que me veía, fijamente.
“¡¿Que?!, grité, como podía ella estar teniendo una venganza, ¿sobre mi?, “Y yo que les he hecho?”
De pronto una calma y un silencio se apoderó de la habitación. Pedro se sentó a mi costado, movía la jeringa de un lado a otro con cada ademán que hacía.
“Te voy a contar una historia… acerca de un muchacho llamado Mario… Mario vivía en la ciudad, trabajaba en la comisión de derechos humanos, ¡que ironía!, ya veras porque, Mario fue encomendado a ir a un instituto a revisar las condiciones en las que eran tratados los pacientes, Pero a Mario poco le importaba eso… el guardia ahí, un joven llamado Pedro, le mostró el lugar, le enseñó que los pacientes son tratados de la mejor manera, pero Mario solo quería terminar e ir al bar a disfrutar, que mas podia hacer Pedro, estaba enfatuado por el muchacho, se parecía tanto al viejo amor que nunca tuvo. Ahí en el bar, Mario conoció a una linda mesera que también se interesó en él, digamosle… Susana… Aqui hacemos un paréntesis para un detalle algo turbio…”, Pedro sonrió mirando a Susana, ella se giró para darnos la espalda, “Lo que nadie sabía, más que el fiel amigo Pedro obviamente, es que Susana se interesó en Mario, porque le recordaba a su hermano Diego… si… si… te va a sonar extraño, pero… Susana y Diego tenían… ´algo´, ese algo que mantenían a puerta cerrada… aun siendo hermanos… bien, sigamos, Susana se emocionó mucho con Mario, y quien era Pedro para criticarla, el también veía en ese chico al viejo amor perdido. Ellos empezaron a ´entenderse´, Mario viajaba al instituto cada dos semanas o cada que se lo encomendaban, entonces empezaron una relación… él le prometió llevarsela de ese pueblo donde vivia, le prometió que no tendría que trabajar más y que se casarían… pero ¿Que crees?, resultó ser todo mentira, Mario solo quería jugar, oh si, Mario no solo le mintió a Susana, sino también a otra chica en la ciudad, a la que también le prometió matrimonio. Un día, Pedro se enteró que las visitas de Mario a San Quintin se acabarian, y fue y se lo dijo a Susana, ella muy triste lo encaró ya que el muy desgraciado iba a desaparecer, ¿Por que crees? Y aquí viene un giro mas grande en la trama, Susana estaba embarazada… ¿Y qué piensas que dijo Mario?... Que seguramente no era suyo… incluso le dijo a la muchacha que debería de ser de algún pueblerino, que no confiaba que fuera de él…”
“No… ¡No! ¡No puede ser cierto!”, estaba agitado, no podía creer todo lo que me decía, no podía ser yo, yo no pude haber hecho eso, yo no podía ser esa persona.
“Entonces Susana acudió a su amigo cercano Pedro, el cual la consideraba como una hermana… Mario no tenía respeto por nada ni nadie, fue fácil decidir, Mario no tenía respeto por su trabajo, asi que Diego se dedicaria al hogar, Mario era un golfo, Diego tendria una relacion estable y monogama, todos los problemas de Mario los causaba su calentura, ese rabo juguetón entre sus piernas, así que Diego no podría hacer eso… el doctor aceptó recetar un cóctel de hormonas que te harian perder la habilidad de una erección sin comprometer tu masculinidad, pero aumentaria tu libido con algo de viagra femenino, ¿Ahora entiendes porque tu único placer viene de la estimulación de tus pezones y tu prostata? Borrar a Mario era darle un nuevo propósito a Diego, uno con sentido, uno con significado, dejaría de ser ese patán para convertirse en hijo, en hermano, en amante…”
Comencé a llorar, era inhumano lo que habían hecho conmigo, incluso si mis actos habían sido reprobables no era justo lo que me habían hecho.
“Por eso, le vamos a decir adiós a Mario, y le daremos la bienvenida a Diego con un nuevo acuerdo entre nosotros, para el resto de tu vida…”
Intenté luchar sin lograrlo, Pedro presionó mi cara para que no me moviera y senti el pinchazo. No pude hacer nada mas que mirar a Susana y decirle “Lo siento”.
Voy abriendo mis ojos lentamente y la luz blanca me ciega, levanto mi mano para taparme y noto las vendas en mi antebrazo. Tardó un momento en recuperar la vista y entonces veo que una sabana blanca me cubre la mitad del cuerpo. Examino a mi alrededor y me doy cuenta que estoy en una clínica, es una habitación pequeña y se nota la austeridad. En una esquina hay un hombre sentado en una silla, está dormido, su cabeza descansa hacia un lado, aclaro mi garganta llamar su atención. El hombre es joven, quizás tendrá 30 o 32 años, no lo se, lo miro y sonríe, se nota cansado, asumo lleva esperando ahi algo de tiempo.
“¿Hola?”, le digo, entonces se para despacio y se acerca a mi, me agarra la mano lo cual me toma por sorpresa.
“Diego, amor mio… soy Pedro… tu esposo… lo siento mucho, debí haber ido contigo, no me lo puedo perdonar…”.
“¿Qué… qué ocurrió?, estoy tan confundido que no le doy importancia a que está besando mi mano.
“Tuviste un accidente”.
El medico me dice que tuve un golpe fuerte en la cabeza, pero con cuidado y tratamiento me recuperaré, no hay tiempo estimado, puede tomar poco o mucho tiempo. El joven, Pedro, que dice ser mi esposo, es muy amable, me esta cuidando y se esta haciendo cargo de todo, me darán de alta en un momento más.
Pedro se para en la puerta y sonriendo me dice que tengo visita, entra una pareja mayor, la mujer se abalanza sobre mi y me abraza, sus ojos tienen lágrimas, dice ser mi madre, pero yo no lo recuerdo, de todos modos siento ese cariño maternal, me hace sentir querido, a salvo, que gusto que a pesar de pasar por un momento difícil, tengo seres queridos a mi lado para apoyarme. Entonces Pedro me dice que hay alguien mas que viene a verme, miro confundido a la puerta, esta se abre y pasa una joven cargando un niño.
“Hola Diego… soy Susana, tu hermana”, solo alcanzo a sonreír, es un poco abrumador tener que conocer a todos en este momento, “Y este pequeñin, es tu sobrino, el pequeño Mario…”, lo acerca a mi y de inmediato el pequeño me da los brazos, Pedro me ayuda a enderezarme en la cama y sostengo al niño en mis brazos.
“Es muy lindo…”
“Se parece mucho a ti”, dice mi madre sonriente.
Entonces entra la enfermera y nos dice que ya nos podemos ir. Todos se alegran al igual que yo, a pesar de estar acostado, siento que debo descansar y que mejor que mi propia casa. Enseguida mi padre interrumpe, “Excelente que hay que descansar para que estés bien para la próxima semana”.
“¿Qué hay la próxima semana?”, pregunto.
Entonces Pedro se acerca a mí y me dice, “El bautizo del pequeño Mario, seras el padrino… ¿no recuerdas?”, yo niego con la cabeza, pero mi corazón se llena de ternura, desde que cargué al pequeño siento una fuerte conexión con él, es bueno saber que tendremos un lazo extra, no puedo evitar soltar una lagrima.
Me doy cuenta que tengo una vida buena y sencilla, tengo un hogar con mi esposo amoroso, uno que me cuida, me atiende, y que… bueno… me da placer, ya lo comprobé en la ducha cuando me hizo suyo, fue tan considerado, no solo por su tamaño, sino por mi placer también, me hizo tener dos orgasmos penetrandome. Entiendo nuestra dinámica, Pedro es activo cien por ciento, pero qué más podría hacer si tengo un penesito que no sirve más que para venirme por el placer que él me causa. Además tengo padres amorosos, y una hermana que me da la oportunidad de experimentar un poquito la paternidad, aunque mientras estamos acostados desnudos en nuestra cama, Pedro me hizo el comentario que lo único que nos falta es ser papás, dice que podríamos ver la posibilidad de una adopción o vientre subrogado, definitivamente le digo que él seria el donante, ya que yo no me veo ni tantito cerca de una mujer. En fin, no hay duda que me gané la lotería de la vida.